¿Eres mayor de edad?
El vino ha sido siempre un producto percibido como beneficioso para la salud a lo largo de los ya miles de años que los seres humanos llevamos cultivando la vid, elaborándolo y consumiéndolo. Ya los antiguos griegos y romanos consideraban el vino como un alimento especial, diferente a todos los demás, y lo valoraban en gran medida por sus usos religiosos y sus propiedades medicinales. También como parte indispensable de multitud de encuentros sociales. A partir del siglo II antes de Cristo, el vino comienza a ser visto en el Imperio romano como un alimento vital para el día a día de las personas, y así, se inicia una democratización de su consumo hasta que este se convierte en transversal a todas las clases sociales. Además, esto ayudó también a una expansión del cultivo de la vid y de la producción de vino en todo el territorio bajo la influencia del Imperio, como uno de los pilares económicos del comercio interior y exterior de Roma.
Pero es en la época actual, gracias a los avances científicos más recientes y a los últimos estudios médicos desarrollados por investigadores de todo el mundo, cuando podemos afirmar con certeza y de manera contrastada que un consumo moderado de vino puede resultar beneficioso para la salud de las personas. Y no en vano, el vino ocupa un lugar preferente como uno de los alimentos incluidos en la dieta mediterránea, el patrón alimentario recomendado por la Organización Mundial de la Salud para llevar una vida sana. Una forma de alimentación tan arraigada en nuestro país, que junto a unos hábitos saludables y a la práctica de ejercicio físico moderado, son la clave para vivir mejor durante más años.
Así, hoy queremos repasar los principales beneficios del vino para la salud, muy presentes en el consumo moderado de vino tinto, pero sin dejar de prestar atención también a los beneficios del vino blanco para nuestro organismo. Para hacerlo, detallaremos algunas de las propiedades del vino más relevantes en este sentido y veremos en qué medida estas pueden incidir positivamente en nuestra salud.
El vino es un alimento rico en polifenoles de tipo flavonoides, compuestos naturales presentes sobre todo en la piel de la uva y que son responsables de su coloración. Algunos de estos compuestos, como el resveratrol, se han mostrado capaces de contribuir a reducir los niveles de colesterol LDL en sangre (el malo) y de incrementar el HDL (el llamado colesterol bueno) en numerosos estudios, como este de la Universidad Tomas Bata de Zlín, en la República Checa.
Por otro lado, el consumo de vino también está asociado con un aumento en los niveles de Omega 3, un ácido graso que ayuda a reducir los niveles de triglicéridos y a proteger el funcionamiento general del sistema cardiovascular y del corazón.
Además, las propiedades antiinflamatorias de los flavonoides y de la vitamina E presentes en el vino son claves a la hora de proteger nuestro organismo contra enfermedades cardiovasculares. Así, el consumo moderado de vino favorece la vasodilatación y la correcta circulación de la sangre, reduciendo en un 30 % el riesgo de sufrir un ataque cardíaco, como concluyó un estudio científico llevado a cabo por la Universidad de Harvard.
Como vamos a ver, el resveratrol va a ser uno de los compuestos que más se mencionan a la hora de enumerar los beneficios del vino para la salud. Y es que este fenol que producen las plantas como parte de su sistema de defensa ante lesiones y patologías presenta un gran poder antioxidante, relacionado con la protección contra enfermedades como el cáncer de colon, el cáncer de mama o el cáncer de próstata. Así lo documentan multitud de estudios científicos publicados en las últimas décadas, como este de la Universidad de Harvard sobre cómo el consumo moderado de vino puede ayudar a frenar el avance del cáncer de próstata.
Este poder antioxidante de algunos de los componentes naturales del vino está también relacionado con una capacidad para frenar el envejecimiento de las células y los tejidos de nuestro cuerpo. Así, los flavonoides del vino ayudarían a proteger nuestras células contra el deterioro producido por los radicales libres que favorecen la oxidación celular, como recogen diversos estudios científicos como el llevado a cabo por la Universidad Cluj-Napoca de Rumanía.
Esta propiedad antioxidante del vino estaría relacionada también con la protección celular a la hora de prevenirnos contra la aparición y el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, como la demencia, el Parkinson o el Alzheimer, como muestra el estudio Resveratrol Modulates and Reverses the Age-Related Effect on Adenosine-Mediated Signalling in SAMP8 Mice, publicado en 2019 por investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Así, un consumo moderado de vino puede ayudarnos a preservar el buen funcionamiento de nuestras funciones cognitivas durante más tiempo.
Nuestra piel sería otro de los órganos que más se beneficiaría de este poder antioxidante del resveratrol y otros flavonoides del vino, ayudándola a mantenerse saludable y regenerada. Además, estos compuestos han demostrado ofrecer un cierto nivel de protección contra los rayos UV del sol, uno de los principales responsables del envejecimiento prematuro de la piel, como muestra este estudio publicado en 2006 por la Universidad de Barcelona.
Según un estudio publicado por la Washington University School of Medicine in St. Louis en 2010, el resveratrol sería también un compuesto mu eficaz a la hora de prevenir contra la agiogénesis ocular, principal causa de ceguera entre las enfermedades coroideas y de la retina.
Otra investigación, publicada en 2019 por la revista científica British Medical Journal acerca de la influencia de la dieta en la incidencia de la diabetes tipo 2, ha puesto recientemente de manifiesto que el consumo moderado de vino tinto está también relacionado con una menor tasa de riesgo de sufrir esta enfermedad metabólica.
Por último, aunque muchos ya lo sospechábamos, ahora ya está científicamente demostrado que un consumo moderado de vino en nuestra dieta nos hace objetivamente más felices. Y es que al tomar vino estimulamos a nuestro cuerpo para que produzca endorfinas, unos neurotransmisores que nos generan sensación de bienestar. Por otra parte, un estudio elaborado por investigadores de diferentes universidades españolas concluyó en 2013 que el consumo moderado de vino, de entre 2 y 7 copas por semana, estaba relacionado con menores tasas de depresión.
Como vemos, cuidarse no tiene por qué ir siempre ligado a la realización de grandes sacrificios. En ocasiones, disfrutar de lo que más nos gusta puede ayudar a nuestro cuerpo a estar mejor. Tomar una o dos copas de vino cada día, junto con nuestras comidas, es una forma inmejorable de cuidar nuestro organismo y de sentirnos bien. Un motivo más para brindar entonando un enérgico —y nunca más indicado— ¡Salud!
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