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Aún cuando estemos comenzando a interesarnos por el mundo del vino, es muy probable que ya hayamos probado en alguna ocasión un vino elaborado a partir de la variedad Chardonnay. Y es que esta uva es la variedad blanca que más se cultiva en el mundo con fines vinícolas.
Si bien la Chardonnay no destaca por un comportamiento aromático especialmente caracterizado por sus matices frutales o por sus notas florales, se trata de una de las variedades blancas a las que mejor les sientan los procesos de crianza y de maduración en barricas de roble, por lo que se usa ampliamente para producir vinos blancos de excepcional calidad, tanto tranquilos como espumosos, en muchas regiones vinícolas de todo el mundo. Una uva muy versátil que deja entrever en los vinos que se producen con ella, la personalidad de la tierra y del clima que las ha acompañado durante su crecimiento y formación y, también, el buen hacer de los bodegueros durante la elaboración del vino.
Hoy dedicaremos unos minutos a conocer un poco mejor a la uva Chardonnay y a comprender por qué esta variedad de uva blanca es una de las más extendidas y apreciadas en todo el mundo.
El inicio del uso del cultivo de esta variedad de uva parece provenir de la gran región vinícola histórica de Borgoña, en Francia. Más concretamente, de los alrededores del pequeño pueblecito de Chardonnay, que cuenta hoy con unos 200 habitantes y del que esta variedad de uva toma prestado su nombre. Ciertos escritos históricos hablan del cultivo de la variedad hace ya cientos de años, allá por el siglo X d.C.
Durante gran parte de su historia y desde tiempos bien antiguos se creyó que la uva Chardonnay estaba emparentada con las variedades Pinot Noir y Pinot Blanc. Y recientes estudios científicos han confirmado esta herencia genética de la Pinot Noir, afirmando que la Chardonnay procede de un cruce de aquella con la extinta variedad Gouais Blanc, uno de los tipos de uva más antiguas que se cultivaban en la región de Borgoña para producir vinos.
De gran capacidad adaptativa, el cultivo de las vides de Chardonnay está muy extendido por todo el mundo. Son plantas de crecimiento vigoroso y de gran fertilidad que no requieren de cuidados especialmente delicados, a diferencia de otras muchas variedades de uvas. Esta es, en parte, una de las claves del éxito de la proliferación de la Chardonnay por regiones vitivinícolas de todo el globo. Así, podemos encontrar extensos cultivos de Chardonnay en prácticamente todo tipo de latitudes, altitudes y climas. Se trata por tanto, de una uva que ofrece una versatilidad excepcional a la hora de diseñar su cultivo. Y es a través de esta diversidad de formas en las que se produce la uva Chardonnay a lo largo de todo el mundo cómo se originan las múltiples personalidades, matices y aristas de los vinos que se producen con ella. Vinos que pueden llegar a ser muy diferentes entre sí, y en los que los rasgos propios y el potencial enológico de la Chardonnay se dejan domar por las peculiaridades de cada región.
Pero si lo que queremos es trazar la cuna de origen de la Chardonnay como variedad vinícola, debemos retornar, una vez más e ineludiblemente, a la histórica región francesa de Borgoña. Allí, es una de las variedades más características en la elaboración de los vinos blancos de este viñedo, así como una de las variedades empleadas para dar origen a los prestigiosos vinos espumosos de coupage de tipo Champán elaborados en esta y en otras regiones vinícolas francesas.
Desde Borgoña y a lo largo de los siglos, la Chardonnay ha llegado a conquistar infinidad de países, e incluso continentes, y en la actualidad podemos encontrar grandes extensiones de viñedos de Chardonnay en zonas tan dispares como Italia, Reino Unido, Portugal, España, Nueva Zelanda, Australia, California, Chipre, Argentina, Chile, Croacia o Sudáfrica.
Las uvas de Chardonnay suelen formar racimos pequeños y compactos. La forma de las uvas de Chardonnay es esférica y estas son, a su vez, también de tamaño pequeño o medio. De color verde tirando a pajizo y de poca pigmentación en la pulpa, la piel de estas uvas se muestra con cierto grosor. El interior es jugoso y blando, con un mosto de buena acidez y alta concentración de azúcares.
La maduración de las uvas de Chardonnay suele ser temprana, lo que influye a la hora de determinar los tiempos de la vendimia para evitar una pérdida excesiva del carácter ácido de las uvas.
El cultivo de la Chardonnay suele resultar sencillo y las cepas de esta variedad proliferan con facilidad en una amplia gama de condiciones de suelo y de clima. A ello se debe, en gran medida, el éxito del uso de esta uva para la producción vinícola.
Uno de los pocos cuidados específicos que requieren estas cepas de Chardonnay consiste en realizar podas generosas, para evitar que la vigorosidad con la que crecen las hojas de la planta reste nutrientes a las bayas. También se busca habitualmente limitar el rendimiento de la producción de uvas de Chardonnay, para aumentar la concentración aromática y de sabor de los frutos.
Los cultivos de Chardonnay también pueden mostrarse algo sensibles al ataque de ciertos hongos y al efecto de las heladas cuando estas son intensas.
Los viñedos de Chardonnay suelen adaptarse bien a casi cualquier tipología de suelos, siempre y cuando no presenten excesivas concentraciones de humedad, aunque le sientan especialmente bien los terruños de composiciones arcillosas, calizas y también los suelos ricos en yesos.
Como bien adelantábamos, los vinos elaborados a base de uva Chardonnay no se destacan tanto por un marcado matiz aromático concreto, más allá de un cierto carácter frutal, sino por otra serie de características organolépticas. Se trata de una variedad muy versátil desde el punto de vista enológico, pudiendo llegar a ser muy maleable, sobre todo, en combinación con otras variedades de uva para dar lugar a grandes vinos de coupage. Aunque no menos habitual es encontrarse con excepcionales vinos monovarietales de Chardonnay, como veremos un poco más adelante.
En cualquier caso y de manera general, para hacernos una breve idea de las posibilidades enológicas de la Chardonnay, podemos señalar unas serie de características organolépticas que podemos entender como propias de los vinos elaborados con esta uva:
A la vista, los vinos de Chardonnay se expresan en toda la gama de los amarillos, desde los más pálidos, hasta los dorados, pasando por todo un abanico de tonos pajizos. En ocasiones, muestran también ciertos reflejos verdosos. Los monovarietales de esta uva destacan por su claridad y su brillo.
En la nariz, los vinos Chardonnay muestran habitualmente un cierto carácter cítrico y levemente frutal. Nos recuerda también al frescor de los melocotones, de los albaricoques, de las cerezas, las ciruelas y otras frutas de hueso. También podemos apreciar con frecuencia en muchos vinos Chardonnay matices de aroma a manzana. Entre los aromas secundarios de estos vinos, destacan aquellos derivados de los procesos de crianza sobre lías y de la fermentación maloláctica tan común en estos vinos: aromas de lácteos, de yogur y mantequilla, de pan recién hecho y de bollería, notas tostadas, etc.
En boca, los blancos de Chardonnay nos recuerdan de nuevo a ciertas frutas frescas, tropicales y de hueso, como la manzana, el melón, la piña, el mango, los melocotones o los albaricoques. Cuando se producen vinos de crianza a partir de la Chardonnay, estos se benefician del paso por barrica, lo que favorece la concentración de los sabores y les aporta un punto extra de cuerpo. En general, son vinos dulzones, de acidez moderada y cierto punto de untuosidad, con un grado alcohólico moderado.
Como siempre decimos, la mejor forma de conocer y aprender sobre vinos, es probándolos. Y la mejor forma de conocer y descubrir las características organolépticas y el potencial enológico de una variedad de uva concreta, es a través de la cata de un vino monovarietal de la uva en cuestión. Así que, para conocer y disfrutar a fondo de la Chardonnay, nosotros ofrecemos nuestro vino Faustino Rivero Ulecia Chardonnay. Un vino monovarietal elaborado con uvas de Chardonnay cultivadas en un viñedo a 800 metros de altitud, en suelos de composición caliza. Para producirlo, fermentamos el mosto de estas uvas a baja temperatura, después de lo cual, los mantenemos en frío junto con sus lías y en un ambiente anoxigénico, para potenciar sus características aromáticas y terminar de afinar su redondez en el paso por boca.
El resultado es un vino Chardonnay excepcional, intenso, limpio y agradable. De color amarillo pálido, muestra ciertos reflejos dorados al paso de la luz. En nariz nos recuerda a frutas frescas como el melocotón y la manzana, y también a frutas tropicales. Al llevarlo a la boca, es un blanco suave, elegante y de final fresco.
Un vino perfecto para disfrutar junto con platos de pasta, con mariscos y pescados o con quesos frescos y poco curados. ¿Te animas a probarlo?
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