¿Eres mayor de edad?
Degustar un buen vino es, tal vez, uno de los mayores regalos que podemos hacerle a nuestro paladar. Pero no solo la calidad de esta bebida importa, también es fundamental el corcho que cierra la botella, la madera de la barrica donde haya reposado, el momento en que lo disfrutemos, dónde lo hagamos y, sobre todo, con quién. Tampoco podemos olvidar un factor que, aunque algunos lo desconozcan, influye de forma decisiva en el sabor, color y aroma final del vino. Hablamos de la copa, un recipiente que se creó ex profeso para ser llenado de vino y que ha de cumplir algunos estándares generales para mantener la esencia del licor y otras características más concretas en función del vino que vayamos a beber.
En este post te presentamos los distintos tipos de copas de vino que puedes encontrar, así como cuál de ellas resulta adecuada para cada tipo de vino. ¿Te animas a descubrirlo?
Hoy nadie pone en duda la idoneidad del uso de la copa para catar correctamente un buen vino, pero la evolución de los recipientes de bebidas ha sido larga y compleja a lo largo de la historia. En la Antigüedad se utilizaban cuernos, cáscaras de frutos y conchas marinas para sustituir el difícil uso de las manos para retener el agua de ríos y lagos. Siglos después, el descubrimiento del barro amplió las posibilidades de almacenamiento y durante la Edad del Bronce los pueblos del sudeste de la Península Ibérica desarrollaron vasos de arcilla cocida. Más tarde llegaría el cobre y el estaño para los más pobres, y la plata y el oro para los más pudientes. Es a partir de entonces cuando se puede hablar de copas como tal y que, según apuntan los descubrimientos arqueológicos, ya estaban presentes en la vida de griegos y romanos, donde eran símbolo inequívoco de alto estatus social.
El salto al vidrio en los vasos no se conoce con exactitud, pero la mayoría lo sitúa durante la época fenicia y se ha comprobado que, tiempo después, en el siglo I d.C., ya existían rudimentarias vidrierías en Francia e Italia que, aunque se estancaron durante la Edad Media, vivieron un gran boom durante el Renacimiento, sobre todo en Venecia y la popular Murano con sus copas de colores y diseños ornamentados.
En el XVII, los ingleses dieron el paso al cristal, más brillante y maleable, y durante el siguiente siglo se desarrollaron todo tipo de copas con este material que se irían estilizando con los años y que con el tiempo ganarían en ligereza y reducirían sus colores y adornos. Fue en 1977 cuando, después de una larga historia y una evolución constante, las copas de vino pensadas para la degustación fueron certificadas para ese uso concreto, lo que contribuyó a poner todavía más en valor la importancia del material, la forma, el grosor del cristal y su color a la hora de degustar el vino.
A pocos se les ocurre, a día de hoy, servir un vino en un vaso cualquiera. Y aunque existe una copa perfecta para degustar cada tipo de vino, como veremos en el siguiente apartado, todas las copas, sin importar a qué vino estén destinadas, han de cumplir algunos patrones básicos y comunes. Seguro que no sabías que existían tantos tipos de copas de vino.
La naturaleza de un vino, sus características, aroma, procedencia, color y sabor, hacen que funcionen mejor con determinados tipos de copa.
Las copas más indicadas para beber vino tinto son, en general, más grandes que las del blanco porque permiten sumergir mejor la nariz en el tazón y detectar así los aromas y sabores más complejos. Las idóneas son la copa Borgoña y la copa Burdeos. La voluminosidad del cáliz es lo que más caracteriza a la Borgoña, con tallo largo y cuello ancho, y una forma de globo que permite que, al agitar la copa, el vino respire, se mezcle con el aire y suban los aromas, lo que la hace perfecta para los vinos que han pasado una larga temporada en barrica y después en botella, es decir, vinos que necesitan oxigenarse, como el Faustino Rivera Ulecia Reserva. La Burdeos, por su parte, es una copa versátil, cuyo cáliz es más alargado y alto y el cuello es cerrado, aunque no estrecho, y es ideal para vinos jóvenes como el Faustino Rivero Ulecia , de variedad tempranillo y garnacha y un sabor largo y persistente.
La copa de vino blanco clásica tiene un tazón en forma de u, más recto que la de tinto, lo que permite que conserve la temperatura fresca que necesita. Para blancos secos y Verdejos, como el Conciens Verdejo, la copa cuenta con mayor volumen que las destinadas a otros vinos blancos, con tallo alto y una base de cáliz ancha y barriguda, para que el interior respire bien al no tratarse de vinos excesivamente aromáticos. También este tipo de copa es la indicada para todos aquellos vinos blancos gallegos, como el Albariño de Faustino Rivero Ulecia, de las Rías Baixas, un vino con notas cítricas florales y un elegante fondo herbáceo. Otra variedad para vinos blancos, en este caso para blancos afrutados, sería la copa Chardonnay, con un cáliz algo chato, el cuello amplio y el tallo bajo, que evita que el vino se caliente. Un Chardonnay de Faustino Rivero Ulecia, de paladar afrutado, sería el apropiado, por ejemplo, para llenar una copa de este tipo.
En el caso de los vinos espumosos, se usa la clásica copa con forma de flauta, larga y estrecha para retener la carbonatación y retener el sabor de la bebida. Dentro de este tipo de copa, existen también diversas variedades: semi flauta, flauta estrecha, flauta alta y copa. Para llenar este modelo de copa, son ideales cavas y champagnes, es decir, vinos burbujeantes como el Gold Espumoso de Faustino Rivero Ulecia, un Premium elegante, complejo y lleno de aromas.
Es cierto que hay un momento para cada vino, un sitio ideal para degustarlo y una compañía perfecta. Y ahora, que además conoces la importancia de los tipos de copa con la que saborearlo, seguro que aprecias todavía más todas sus notas, aromas y colores. Así que, ¡chin chin!
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