Vino | 7 marzo 2023
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¿Conoces las fases del proceso de elaboración del vino blanco? Si bien este se produce habitualmente con uvas blancas, también es posible hacerlo con tintas. Esto se debe a que el método elegido de producción de este tipo de vino es lo que determina sus características finales.
Veamos entonces cuáles son las partes de este proceso en la elaboración del vino blanco para entender mejor cómo puede influir en el resultado final.
Después de la vendimia, la uva pasa por las máquinas de despalillado, que la separa del raspón, y se somete al proceso de estrujado. Pero, la primera opción no es obligatoria, ya que no es esencial para obtener un buen vino blanco.
El mosto de esta fase se obtiene por la gravedad, sin tener que realizar ningún tipo de presión mecánica, y se denomina yema, flor o lágrima. Es de primera calidad y está especialmente valorado, sobre todo si se usa puro.
Después, con el estrujado, lo que se hace es que se va presionando la fruta, siempre de forma controlada y con mucha atención para no romper las pepitas y los escobajos, ya que esto podría dejar un sabor amargo.
Por último, la pulpa que se obtiene puede volver a prensarse para producir vinos de calidad inferior. Mientras que la pasta exprimida se puede aprovechar para elaborar orujos y licores.
La fermentación se produce cuando las levaduras naturales se nutren del azúcar que contiene el mosto, liberando así alcohol y dióxido de carbono. Por lo que se refiere a los vinos blancos, este proceso suele hacerse en cubas de acero inoxidable de gran tamaño, aunque también se pueden utilizar barriles de madera si se desea un vino más estructurado y aromático.
Este es un proceso delicado y que debe controlarse de forma adecuada para conseguir los resultados esperados. Para ello, se hace una selección previa de las levaduras. Posteriormente, se decide cuánto alargar el tiempo de fermentación. Esto depende de la cantidad de azúcar que se quiera dejar en el vino: si se produce uno seco (menos de 5 g por litro), semiseco (entre 15-30 g) o dulce (más de 50 g).
Para obtener vinos dulces, o semisecos, hay que detener antes el proceso de fermentación. Esto se suele hacer mediante procedimientos químicos, añadiendo sulfitos, o bien de forma manual, enfriando el líquido cuando llegue a la concentración de azúcar que se desea.
La etapa final de la fermentación es la que se llama maloláctica, cuando el ácido málico se convierte en láctico, lo que le confiere mayor suavidad a la bebida. Esta tipología es más pronunciada en los vinos que se someten a crianza.
Finalmente, una vez fermentado, se puede dejar macerar sobre sus lías (los restos sólidos) para darle más cuerpo y sabor.
Este proceso consiste en pasar el vino de un recipiente a otro, eliminando los restos sólidos que van depositándose en el fondo. Se puede someter a uno o varios trasiegos y, por lo general, se hace entre noviembre y enero, cuando las temperaturas son más bajas. El calor podría causar la proliferación de microorganismos y contaminar el vino.
La clarificación se realiza con sustancias proteicas (la más frecuente es la clara de huevo) que arrastran al fondo los últimos residuos en suspensión tras el trasiego. En algunos casos, esta operación se ejecuta mediante el filtrado, pasando el vino por una membrana porosa. Cuando se termina esta fase, se procede a su embotellado.
Para la elaboración del vino blanco se requiere un periodo de maduración inferior respecto al tinto, ya que se suele consumir dentro de los tres años desde su producción. Este puede reposar en barricas de roble, en depósitos de acero o en botella.
Los procesos de elaboración del vino blanco de nuestras bodegas unen el saber de la tradición con las innovaciones que nos ofrecen los avances tecnológicos para obtener productos de la máxima calidad.
Dentro de nuestra gama de vinos blancos te proponemos los siguientes.
Un vino que guarda la auténtica esencia de Galicia. Nuestro albariño tiene un hermoso color amarillo limón con reflejos dorados y se caracteriza por un aroma a lima, con matices florales sobre un delicado fondo herbáceo. Su sabor es fresco, con un buen volumen y final cítrico.
Es un vino perfecto como aperitivo y para acompañar tapas variadas, así como platos de pescado o de marisco.
Desde el vínculo profundo que nos une con la Denominación de Origen La Rioja, hemos creado este blanco a partir de los viñedos de viura de La Rioja Alta.
Limpio y brillante, se caracteriza por aromas a frutas frescas, con matices florales, mientras que a la boca resulta jugoso, agradable y persistente, con un punto de acidez en armonía con sus notas más frutales. Ideal para consumir con aperitivos, pescados frescos, fritos y mariscos.
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