¿Eres mayor de edad?
Hablar de vino hoy en día es hacerlo de un arte milenario que ha acompañado al ser humano desde el principio de su historia. Con evidencias arqueológicas que demuestran que ya se producía hace la friolera de 6000 años y la importancia fundamental que fue adquiriendo con el paso del tiempo entre incontables culturas, es normal que la historia que compartimos esté repleta de infinitos acontecimientos y que se haya convertido en una fuente inagotable de anécdotas y misterios. Y es que, si las bodegas hablaran, ¿no serían innumerables los sucesos que podrían revelarnos? Por ejemplo, las nuestras, Bodegas Faustino Rivero Ulecia pueden presumir de tener a sus espaldas más de 120 años de historia, convirtiéndose en una de las bodegas más antiguas de La Rioja. Así, las paredes de nuestra bodega continúan guardando las mejores tradiciones y secretos del buen hacer, lo que nos ha llevado a los grados de perfección y calidad característicos de nuestros vinos.
Hoy queremos mencionarte algunas curiosidades sobre el vino que quizás aún no conocías y que esperamos te puedan sorprender.
Una de las primeras decisiones que tomó Alessandro Farnese tras ser investido como papa Paulo III en 1534 fue escoger a su bottiglieri, es decir, a la persona que se iba a encargar de servirle los vinos. El elegido fue el historiador y geógrafo Sante Lancerio, que comenzó a acompañar al papa en todos sus viajes seleccionándole los mejores vinos de los diferentes lugares que visitaban.
Lancerio, que era reconocido por su vasta cultura y conocimientos, se ganó de tal manera la confianza del pontífice que, al poco tiempo, ya se había convertido en el administrador principal de su numerosa cava.
Con los años, la figura del bottiglieri pasaría a ser conocida como sommelier o sumiller y, al no existir registros de alguien que hubiera desarrollado anteriormente esta función, se considera a Sante Lancerio como el primero de la historia.
Una última anécdota sobre este tema. Según las leyendas, el papa Paulo III era tan aficionado a los vinos que una de las razones principales por las que excomulgó a Enrique VIII (como si no hubiese cometido suficientes barbaridades este señor) fue que le gustaba tomar largos baños en el excelente vino Grecco di Soma.
Nunca en la historia un producto vinícola ha sido tan importante para un país como lo fue el Vinho do Porto para Portugal en 1756. Y es que no es exagerado decir que la reconstrucción de Lisboa tras el catastrófico terremoto de 1755 se pagó con los ingresos que produjo la venta de este vino.
Pongámonos en antecedentes. En 1678, el gobierno inglés había decretado un embargo comercial a los productos franceses, lo que supuso un fuerte golpe para los vinos de Burdeos e hizo que los comerciantes ingleses se vieran obligados a buscar sustitutos. Es entonces cuando descubren el vino de Oporto. En 1703, Portugal e Inglaterra firman el tratado comercial de Methuen que garantiza, a cambio de un trato similar para los productos textiles ingleses, mejores condiciones arancelarias para los vinos portugueses.
Las ventas se acrecientan notablemente, pero en 1730 aparecen ya los primeros casos de fraude que van generalizándose hasta que en 1754 los comerciantes ingleses se niegan a comprar más vino portugués, acusando a los viticultores de estafadores. Es entonces cuando aparece la figura del Marqués de Pombal. Su estrategia: nacionalizar y monopolizar la producción del vino de Oporto por parte de la corona, gracias a cuya exportación logra equilibrar el déficit del estado y financiar la reconstrucción de la capital. En 1756, crea la Companhia Geral da Agricultura das Vinhas do Alto Douro, con la que pretendía asegurar la calidad del producto, equilibrar la producción y el comercio, y fijar los precios. Ese mismo año, funcionarios de dicha Companhia empezaron a demarcar la zona del Douro, tarea que acabaron en 1761, clasificando los terrenos según un riguroso sistema de puntuación (único en el mundo) y convirtiéndola en la primera denominación de origen regulada, 180 años antes que las A.O.C. francesas.
El mallorquín Fray Junípero Serra está considerado el padre de los vinos de California. Y es que, según numerosas fuentes bibliográficas, fue este misionero franciscano el que plantó los primeros sarmientos que darían origen a una de las regiones vitivinícolas más prósperas del mundo.
En 1769, plantó su primer viñedo en la misión de San Diego de Alcalá. Las parras que el padre Serra embarcó en su aventura colonizadora eran de la misión de Loreto y pertenecían a la cepa Misión, aunque también se introdujeron otras variedades como la Moscatel y la Palomino, que todavía se producen en los valles de California. El legado de este mallorquín para la industria vinícola es incalculable, pues los modelos de producción de sus misiones sentaron las bases de lo que hoy son los fértiles valles vinícolas de Napa y Sonoma. Y es que hay que tener en cuenta que, si hoy California fuese un estado independiente, sería el cuarto productor de vino del mundo.
Pocas personas saben que el conquistador español Hernán Cortés fue pionero en la importación, cultivo, producción y consumo del vino en México. Él mandó llevar las primeras pipas de vino desde España y gestionó las ordenanzas necesarias para plantar vides europeas e injertarlas con las variedades autóctonas del suelo americano. También fue él quien dispuso las principales rutas de distribución entre el puerto de Veracruz y las principales ciudades de España.
Por otra parte, el explorador español Juan de Grijalva está considerado como el primer europeo que bebió vino en tierras que hoy llevan el nombre de México. Las fuentes bibliográficas señalan que fue el 24 de junio de 1517, en una comida ofrecida por el propio Grijalva a cinco enviados del monarca azteca Moctezuma.
Es sabido que Napoleón Bonaparte era un auténtico apasionado del vino, especialmente del champagne, bebida que lo acompañó en todas y cada una de las contiendas que libró. ¿En todas? Bueno, cuenta la leyenda que, por alguna razón justo en Waterloo, la que a la postre supuso su peor derrota, decidió no llevar consigo su habitual cargamento de este vino espumoso. Lo que ya no sabemos es si esto tuvo algo que ver en el desencadenamiento de sus fatalidades. Lo único cierto es que, hubiese o no champagne, en el carruaje que Napoleón utilizó para huir aquel fatídico 18 de junio de 1815 se encontró un excepcional vino de Jerez, que fue subastado en Christie’s por, nada más ni nada menos que… 25.000 libras. “En la victoria lo mereces, en la derrota lo necesitas”, escribió en una nota de su diario. Seguramente, aquel día en Waterloo, el otrora general invencible lo necesitó más que nunca.
A mediados del siglo XIX, los logros como microbiólogo de Louis Pasteur comenzaban a ser conocidos en toda Francia, por lo que un grupo de industriales del vino, preocupados por las cuantiosas pérdidas económicas ocasionadas por el avinagramiento de sus caldos durante las largas travesías marítimas, se acercaron hasta él para pedirle ayuda. Tras estudiar sus vinos, Pasteur descubrió que esta degradación era producida por diferentes microorganismos y que, para evitarla, se debía calentar el vino a una temperatura de 55 grados centígrados, lo que permitía solucionar el problema sin alterar su calidad. Hoy este proceso es practicado en todo el mundo y se llama pasteurización.
En 1866, Pasteur publicó la obra titulada: “Estudios sobre el vino, sus enfermedades y las causas que las provocan. Nuevos procedimientos para su conservación y envejecimiento”, considerada la base de la enología moderna y en la que el científico francés nos deleita con un apartado completo dedicado solo a las características organolépticas y aromáticas del vino.
¿Qué te han parecido todas estas curiosidades sobre el vino? Seguro que más de alguna te ha sorprendido, y eso que esto solo ha sido una pequeña muestra. Si el vino hablara…
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